martes, 16 de febrero de 2016

Los cuentos tradicionales

             Cuando hablamos de cuentos tradicionales, nos referimos fundamentalmente a tres colecciones de relatos que forman parte de la cultura occidental: Perrault, Grimm y Andersen. Cada una de ellas tiene contextos, orígenes y características diferentes.
            Charles Perrault vivió en Francia. Publicó su colección de cuentos (conocida como “Cuentos de Mamá Oca” por la ilustración que tenía en su tapa) a fines del siglo XVII. El objetivo de sus relatos era entretener a los cortesanos que participaban de reuniones en palacio. El público al que estaban dirigidos no eran los niños, entonces, sino los adultos.
            Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, por su parte, eran prusianos. Sus “Cuentos de la infancia y del hogar” fueron publicados a principios del siglo XIX. El objetivo con el que son recopilados estos relatos está sumamente ligado a un acontecimiento histórico: Prusia había sido invadida por las tropas napoleónicas y los dos jóvenes Grimm, buscando salvaguardar la identidad de su pueblo, se lanzan a recoger cuentos de la tradición oral de los pueblos y darles forma literaria.
            En cuanto a la obra de Hans Christian Andersen, escritor oriundo de Dinamarca, sus cuentos fueron publicados entre mediados y fines del siglo XIX. Él no recopiló historias de tradición oral, sino que estudió y descubrió cómo funcionaba el mecanismo de este tipo de cuentos y así creó sus propios relatos. Es el único autor, entre los nombrados, que escribe su obra pensando como destinatarios a los niños. Se convierte así en el primer autor de literatura infantil (vale recordar aquí que el premio equivalente al Nobel de Literatura, pero otorgado a obras destinadas a niños y jóvenes,  lleva su nombre).
            Como característica común a estas colecciones, podemos destacar que las tres fueron escritas en momentos de búsqueda de identidad de las naciones. Por eso, de algunos cuentos existen dos versiones y, aunque diferentes, ambas se consideran originales. Como ejemplo de esto, podemos mencionar a “La bella durmiente”, historia presente tanto en Perrault como en los hermanos Grimm.
            También existen diferencias entre las tres colecciones. Muchos cuentos de los hermanos Grimm son terriblemente sangrientos, mientras que lo que caracteriza a Perrault son historias crueles y moralejas burlonas al final de cada una. Por su parte, los relatos de Andersen son bastante tristes, tienen una fuerte carga de melancolía.
Actualmente, existe una gran cantidad de “reversiones/reescrituras” de estos cuentos tradicionales o, también llamados, “cuentos de hadas”. Las que han cobrado mayor renombre son las versiones “Disney”, o sea, versiones edulcoradas y vacías, de los diferentes relatos. Sin embargo, también hay reversiones interesantes, que ven la historia desde otra perspectiva o le dan un giro hacia la contemporaneidad o buscan enmarcarla en el contexto socio-cultural de cada región.
            Ahora bien, la pregunta es: ¿debemos dar a conocer a los niños las versiones originales de estos cuentos tradicionales o debemos brindarles versiones “aggiornadas” que no contengan ya la dosis de violencia que contienen los primeros?
            Existen muchas respuestas que se han ensayado para este interrogante. En particular, quisiera explicar aquí por qué debemos leerles, contarles o darles a conocer a los chicos las versiones originales de estos cuentos. Para eso me basaré en algunas ideas que Bruno Bettelheim desarrolla en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
            En primer lugar, es necesario explicar que los niños no entienden literalmente lo que ocurre en estos relatos: ellos tienen mayor capacidad simbólica para comprender los cuentos. En otras palabras, esa violencia explícita que vemos los adultos, los niños la ven como violencia simbólica, la interpretan y la asimilan para encontrar respuestas a los sufrimientos o dramas propios de su vida.
            Otra cuestión a tener en cuenta es que los finales originales (muchas veces censurados) tienen una mayor intensidad y un mayor simbolismo para el niño. Los chicos necesitan de estas historias que les ayudan a reflexionar y les otorgan esperanza.
            Pensemos en un ejemplo. El niño, en algún momento, tendrá que separarse de sus padres. Eso es algo que los chicos deben saber y los cuentos tradicionales se lo muestran (véase como ejemplo “Pulgarcito” o “Blancanieves”, donde los protagonistas son huérfanos de madre y sufren a causa de esa pérdida). Pero también les muestran que a esa separación, en principio traumática, se puede sobrevivir apoyándonos en nuestras habilidades y capacidades.
            Para entender la importancia que tienen los cuentos tradicionales para el niño, debemos corrernos de esa visión acartonada y simplificada que cree que la infancia es una época idílica llena de alegrías y felicidad, donde ningún problema ni preocupación se hace presente. Por el contrario, debemos entender que los niños sufren, se preocupan y tienen dificultades en su transcurrir cotidiano. Debemos dar crédito a la seriedad de los conflictos de los chicos y estimular, simultáneamente, su confianza en sí mismos.
            El mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños es, justamente, “que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso[1].
            En fin, es preciso decir que para los chicos es necesaria tanto la tradición como la reversión contemporánea o, en general, la literatura actual: la tradición para que conozcan nuevas dimensiones y estructuren su imaginación, canalizando diversos aspectos de su vida; las versiones modernas para no quedar fuera del mundo que lo rodea. En otras palabras, el niño necesita el pasado para apoyarse y lo actual para poder ingresar a su realidad contemporánea.
            Los cuentos tradicionales le enseñan al niño (y nos enseñan a todos) que las cosas de nuestra vida pueden ir bien si peleamos por ellas. El mundo no es maravilloso ni perfecto: es un mundo problemático que nos invita a accionar para encontrar alternativas y acercarnos a lo que deseamos para nuestra vida.
           




[1] Bettelheim, B., Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bs.As., Crítica, 2015. 

2 comentarios:

  1. Yo regalé una recopilación de cuentos españoles, de vocabulario difícil, sería interesante leer tu opinión.

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  2. Me encantó Viole!!!! Me encanta tu Blog!! Escribis muy bien!!! Cuando yo era chica me acuerdo que nunca me quedaba conforme con el " y vivieron felices para Siempre" jajaja y si, ... para mi mente infantil era un poco complejo porque relacionaba la felicidad con la ausencia de problemas... Me gusta mucho lo que compartís!! Algo para pensar... Muy lindo! :)

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