Durante
mi quehacer docente a lo largo del año pasado, volvió a surgir un interrogante
que ya había intentado responder dos años atrás, cuando realicé las prácticas
en la materia Residencia de la facultad: ¿qué pasa con la literatura “de
fragmentos” que se enseña en la escuela secundaria?
Lo
padecí como alumna y lo padezco como profesora a la hora de reemplazar en
algunos colegios. Los estudiantes deben leer (o han leído previamente) un
fragmento de un capítulo de determinada novela que está incorporado en el libro de estudio. O un fragmento de un cuento
que, por tener una extensión mayor a dos páginas, no pudo ser incluido en su
totalidad en el manual.
¿Observar
la esquina superior izquierda de la Gioconda puede transmitirnos lo mismo que
observar la obra completa en todo su esplendor? ¿La currícula obliga a la
escuela a fragmentar la literatura para poder “dar todo” lo que se exige, o la
escuela elige esa forma porque es más cómodo, porque así está en el manual,
porque…? ¿Es la actual “era de lo fragmentario” la que llevó a la escuela a
acoger esta práctica?
No
creo poder responder a todos esos interrogantes desde mi lugar y experiencia,
no creo tampoco que todos los docentes de Lengua y Literatura trabajen en sus
clases sólo con fragmentos. Pero sí es una práctica que se ha expandido y que
considero que no ayuda en relación a esa búsqueda constante de que los alumnos adquieran
hábitos de lectura. Intentaré aportar solamente algunas ideas a este debate siempre
en ebullición.
La
cuestión de estudiar literatura por fragmentos, astillada, acarrea consigo una
consecuencia importante: es muy probable que un estudiante al que le presentan
un fragmento de un texto literario no lo comprenda en su totalidad (más teniendo
en cuenta otra realidad actual: que la comprensión de textos es algo que cada
vez cuesta más a todos, no sólo a los adolescentes). Existen, por esto mismo, muchas
posibilidades de que ese estudiante no disfrute la lectura y de que no quiera
volver a recorrer ese texto (u otros) en su versión completa.
¿Por
qué la escuela ve esto como algo malo, negativo por parte del alumno, y no como
una falla en su forma de enseñar literatura? Parece lógico que, tenga uno la
edad que tenga, no disfrute ni ponga demasiado interés en el fragmento de
alguna obra literaria que nos presentan, de buenas a primeras, de la que
probablemente nunca antes hemos escuchado hablar y encima sin contarnos al
menos “de qué va la cosa”. Incluso de la que quizás no conozcamos autor ni
contexto histórico.
Estoy
tratando de ponerme en el lugar de un estudiante promedio, que no tiene
incorporado el hábito de leer como algo placentero, por fuera del ámbito
escolar, que muy probablemente no recibe estímulos en la casa para desarrollar
ese hábito, y que está iniciándose en el camino lector a partir de lo que el
colegio le ofrece.
Acuerdo
con Gustavo Bombini[1]
cuando propone no dejar a nuestros estudiantes solos, a merced del libro, sino
reivindicar la hipótesis de que leer literatura forma parte de una práctica
cultural a la que la escuela podría enriquecer, a través de la experiencia y
conocimientos que el docente puede aportar.
Creo
que es bastante difícil “enganchar” a nuestros alumnos con literatura
fragmentada. Quizás la cantidad de contenidos que debemos dictar en el año es
abrumadora, quizás nos vemos obligados a estudiar algunos de ellos (o la
mayoría) a partir de fragmentos literarios. Pero también quizás podemos dedicar
una hora cátedra semanal a la lectura de alguna novela juvenil o colección de
cuentos que trate un tema que pueda atraparlos. Elegir un texto dramático y
trabajar con los estudiantes teatro leído. Brindar periódicamente un espacio de
la clase, por breve que sea, a la lectura compartida de una gran obra
literaria, un “clásico” de esos que a nosotros nos dejaron con la boca abierta.
Que el poder de la literatura les otorgue herramientas para comprender y
sobrellevar sus problemas cotidianos, que puedan identificarse con grandes
personajes y busquen accionar desde su lugar en el mundo para transformar la
realidad que los circunda. Lograr transmitirles la pasión que nos genera a
nosotros la lectura.
Ustedes… ¿qué libro le recomendarían
a un adolescente? ¿Qué libro los atrapó, los dejó boquiabiertos, los emocionó, los
apasionó, les hizo descubrir el placer de la lectura?
[1]
Bombini, G., “Cambios de paradigma en la enseñanza de la lengua” en Reinventar la enseñanza de la lengua y la
literatura, Libros del Zorzal, 2006.
A mi me apasionó en mi niñez "El principito", en mi adolescencia "volé con la obra de Salgari, "Sandokán, tigre de la malasia" y de joven me cautivó jorge Amado con su "Capitanes de la arena"....
ResponderBorrarEn mi niñez la historia sagrada y la mitología, en versiones a mi alcance. En la adolescencia las rimas de Becquer, luego los cuentos de Corteza, y los de Quiroga. Más adelante Por quien doblan las campanas de Hemingway. Capitanes de la arena también me conmovió mucho. El Principito Y Juan Salvador Gaviota todavía me sirven de libros de cabecera, como Platero y yo, una joya de nuestra lengua.
ResponderBorrarEn mi niñez la historia sagrada y la mitología, en versiones a mi alcance. En la adolescencia las rimas de Becquer, luego los cuentos de Corteza, y los de Quiroga. Más adelante Por quien doblan las campanas de Hemingway. Capitanes de la arena también me conmovió mucho. El Principito Y Juan Salvador Gaviota todavía me sirven de libros de cabecera, como Platero y yo, una joya de nuestra lengua.
ResponderBorrarEl problema del cambio de las prácticas de enseñanza de algunas materias creo que en parte se debe al facilismo. Es la hipocresía de nuestros días exigir cosas de los chicos cuando ni siquiera nosotros damos el ejemplo. Lo tuyo es genial, Viole, porque ya te estás rebelando contra eso y planteás algo diferente para los alumnos, que de eso se trata la enseñanza. Juli ��
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