viernes, 30 de diciembre de 2016

Recapitulando...

         Meses y meses han pasado desde la última vez que intenté sentarme a escribir un poco. El año transcurrió entre idas y vueltas, mucho trabajo, mucho aprendizaje…pero casi nada de ocio. Así que aquí estoy, penúltimo día de 2016, retomando mi escritura.
            Pese a tantas ocupaciones, por suerte pude mantener la costumbre de leer un rato antes de dormir, todas las noches. De esa manera, aunque no haya podido escribir, sí pude leer bastante y variado.
            Hoy quisiera compartir con ustedes una pequeña selección de lo que leí durante este año. No incluí los libros de los que hice reseñas, para evitar repeticiones. También dejé afuera los ensayos o libros teóricos. Estos que enumeraré son los cinco libros de ficción que más huellas dejaron en mí, durante el 2016.
            Dice María Teresa Andruetto que “un buen libro es un libro capaz de quedarse en nosotros, en nuestros corazones, como se quedan las personas que amamos[1]. De esa manera realicé esta selección, pensando qué libros obtuvieron un lugar en mi corazón. Y por eso se los cuento, quizás puedan dejar su huella en ustedes también. O quizás ya la han dejado.
            Decidí ordenarlos alfabéticamente, porque no me gustaba la idea de proponer un número uno, ya que todos para mí lo fueron. Aquí van:

1.    Mujercitas, de L. M. Alcott: este año, por primera vez, leí las casi 800 páginas de la versión completa de este clásico. De chica, había leído la versión “recortada y edulcorada”. Obviamente, la original fue la que se ganó un sitio de lujo en mi biblioteca.
Cada una de las hermanas, con sus personalidades y pasiones, es cautivante; pero Jo es la que se lleva, a mi parecer, el lugar de privilegio. Su pasión por la literatura, sus “arrebatos” de escritura, su afán por ser algo más que una esposa-madre-ama de casa (el mandato de la época). Todas comparten esta última idea, pero ella es la que realmente apuesta por eso.
En fin, la lectura de esta novela fue un fascinante reencuentro con la autora y un redescubrimiento de su obra.
2.  La niña, el corazón y la casa, de M. T. Andruetto : este libro cuenta las peripecias de una familia peculiar. Tina es la niña protagonista, vive en la ciudad con su padre y su abuela. Visita a su madre todos los domingos en el pueblo donde ella vive con su hermano. Solo ve a su mamá ese día de la semana, pero quiere que eso cambie.
Sus deseos, sus miedos, los interrogantes que el mundo le plantea, la relación con su hermano… La novela recorre momentos de la infancia de Tina, en un camino que nos hace recuperar también un poquito de nuestra propia infancia. La escritura de Andruetto, mágica y cautivante, nos hace vibrar al compás del corazón de esa niña.
3.  Los sapos de la memoria, de Graciela Bialet  : en esta novela, Camilo (el protagonista) intenta reconstruir la historia de sus padres (desaparecidos durante la última dictadura militar) y su propia historia. Los mayores que lo rodean le brindan información a cuentagotas y él ata cabos, pregunta, intenta ordenar las fichas del rompecabezas que es su vida.
Al narrar desde la perspectiva de un joven de 17 años, tiene esa mirada adolescente plena de rebeldía, espontánea y un poco cómica, con los sentimientos siempre a flor de piel.
4.  La chica pájaro, de Paula Bombara  : la protagonista de esta novela, Mara, guarda un secreto que la obliga a permanecer trepada a un árbol, escondida, a salvo. Su secreto es el mismo que el de muchas otras chicas: la violencia ejercida sobre ella por quien se cree su dueño. Una vida familiar conflictiva de la que quiere salvarse y salvar a su mamá.
Lo que más me gustó de este libro es la esperanza que se esconde en la escritura y permanece allí, incluso en los momentos terribles. La autora no oculta la angustia, la soledad, el infinito dolor, el miedo; pero, a su vez, nos da (a los lectores y a la protagonista) un “hilo de Ariadna” al que aferrarnos para poder salir del laberinto.
5.    Cuentos escritos a máquina, de Gianni Rodari: Gianni Rodari es uno de mis autores favoritos desde siempre. Este libro contiene 26 cuentos. Cada uno de ellos es un cóctel de humor, ironía, absurdo, ternura y mucha fantasía. Además, presentan una visión muy particular del mundo en que vivimos, que siempre nos “refresca” las ideas.
Cuando tomamos en nuestras manos un libro de Rodari tenemos que estar dispuestos a deshacernos de los convencionalismos, dejar de lado los prejuicios y prepararnos para jugar. Estos “Cuentos escritos a máquina” no son la excepción.
           
            Así concluye este pequeño balance de lecturas de 2016. Espero que les pique el bichito de la curiosidad y puedan leer alguno de estos libros.
            Quisiera que ustedes también me cuenten a mí qué leyeron en este año que ya se va: ¿qué libro los conmovió, los hizo reír, los enamoró, en el 2016? ¿Qué libro se quedó en ustedes y en sus corazones? Los leo.




[1] Andruetto, M.T., Hacia una literatura sin adjetivos, Ed. Comunicarte, Córdoba, 2009.

sábado, 21 de mayo de 2016

"Martín Fierro": de marginado social a emblema nacional

Siempre estudiar literatura argentina es apasionante: los vericuetos y las peripecias de la historia, las dicotomías que atravesaron la conformación de nuestra nación (y que aún hoy la atraviesan), las relaciones que podemos establecer con nuestro presente y las herramientas que nos brinda para reflexionar sobre nuestra identidad (de la que ella forma parte).
Hoy quisiera referirme en particular al “libro nacional”: Martín Fierro.
El Martín Fierro en su totalidad (La Ida + La Vuelta) constituye la culminación del género gauchesco. Hay un claro cambio de conceptos en La Vuelta respecto de la vehemente protesta de La Ida.
Martín Fierro (La Ida) es el poema de denuncia social a favor del gaucho. Hernández plantea dos órdenes jurídicos contrapuestos que generan la cadena de desdichas sufridas por el personaje. Se exponen allí las contradicciones entre la ley oral de la campaña y la ley escrita de las ciudades. La ley de levas y vagos no se aplica en la ciudad; la igualdad ante la ley, que había sido un principio revolucionario, se tergiversa. Hernández tematiza así en el poema su ideario político, que ya ha ido publicando en algunos diarios.
Apenas publicado, el poema fue ampliamente aceptado por el público de las áreas rurales, que se identificó con la historia que se contaba. Se dice que en cada pulpería había una o más copias. Durante las reuniones de gauchos, uno de ellos lo recitaba y los demás escuchaban atentos.
Pese a este gran éxito en el ámbito popular, el lector culto de la ciudad rechazó el Martín Fierro. Hernández era un letrado, pero utilizó en su obra temáticas y lenguajes que no pertenecían al ámbito culto. Eso y el fuerte contenido social que incluyó en el poema, fueron los dos motivos principales por los que la crítica literaria del momento no se hizo eco de la obra.
No podemos obviar, por otra parte, el contexto histórico-político en el que el poema es publicado. Domingo Faustino Sarmiento era presidente en ese momento y su posición respecto a “esa chusma de haraganes” era bastante clara: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos[1]. Y la mejor forma de “hacer útil” al gaucho fue mandarlo a los fortines a una muerte casi segura, a pelear sin armas y trabajar sin sueldo. Con esto se enfrenta Hernández en La Ida: con la idea de que el habitante de estas tierras era inservible, violento e inculto. El gaucho, nos muestra el autor, es víctima de una justicia corrupta que le quita sus bienes, lo explota, lo maltrata y lo violenta:

Él anda siempre juyendo,
Siempre pobre y perseguido,
No tiene cueva ni nido
Como si juera maldito:
Porque el ser gaucho… ¡barajo!,
El ser gaucho es un delito.
(…)
Él nada gana en la paz
Y es el primero en la guerra;
No le perdonan si yerra,
Que no saben perdonar,
Porque el gaucho en esta tierra
Sólo sirve pa votar.

Para él son los calabozos,
Para él las duras prisiones,
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre;
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.

La Vuelta presenta un gaucho totalmente distinto, que busca amigarse con la ley, cumplir las normas y educar a sus hijos para que vivan dentro del orden social. Esto se ve claramente en los consejos del Viejo Vizcacha y en la serie de principios que recita Fierro a sus hijos, al final del poema.  
            ¿Qué pasó con el autor en esos años? ¿Por qué cambió tanto su postura? Hernández, al igual que va a hacer su personaje, ha pactado: se ha sumado al “orden” nacional, forma parte ahora de ese orden. Busca, entonces, “despertar la inteligencia y el amor a la lectura”[2] en la población rural con su libro y transmitirles a los gauchos la nueva ley escrita para que ellos también comiencen a formar parte de la nación.
            Pese a este notorio cambio en las ideas del autor, que ya no confrontará con el poder, el rescate del Martín Fierro por parte de los intelectuales y estudiosos de la literatura se produjo recién entre 1910-1916, frente a la necesidad de definir una identidad nacional, que se sentía vulnerada por la presencia de nuevos grupos que se veían como una amenaza al orden social (inmigrantes de diversos países). Se proclama, entonces, al Martín Fierro como el poema épico fundante de la nacionalidad argentina y el gaucho se convierte en el emblema de esa nacionalidad.
               Vemos de esta manera, cómo el personaje de Hernández pasa de gaucho malo a gaucho bueno y conciliador, de marginado social (frente al inmigrante "culto" que se anhelaba) a emblema nacional (frente a ese inmigrante "real" que ya no le gustaba tanto a las clases dirigentes).
           Pese a tantas "idas y vueltas", no podemos negar que este libro vive en el imaginario colectivo de nuestro país. Aunque no lo hayamos leído, conocemos algunas de sus estrofas, algunos de los refranes y enseñanzas que Fierro le transmite a sus hijos en La Vuelta: nos las han transmitido las generaciones anteriores y nosotros se las transmitiremos a las próximas generaciones. Además, las peripecias de La Ida no pierden vigencia, aunque el contexto cambie.
                Martín Fierro es, un poco, cada uno de nosotros.


[1] Carta de Sarmiento a Bartolomé Mitre.
[2] Hernández, J., “Cuatro palabras de conversación con los lectores” en La Vuelta de Martín Fierro.

miércoles, 13 de abril de 2016

Dictadura y literatura infantil (II): "El mar y la serpiente"

“Papá se fue en bici.

Papá se perdió.

Digo, ¿papá se perdió?
Mamá me mira. No habla. Le cae mucha agua de los ojos.
Digo, no llores, mami. Digo, ya va a encontrarse.
Me duele la panza. Pero no lloro.”
(Paula Bombara, El mar y la serpiente)

Continuando con el especial que comenzó en el artículo anterior que publiqué, hoy quisiera reseñar una novela juvenil con la que tuve una experiencia muy especial: “El mar y la serpiente” de Paula Bombara.
            La primera vez que empecé a leerla no pude pasar de las primeras páginas…porque la emoción fue más fuerte. No había lugar para otra cosa que no sean lágrimas. Dejé mi ejemplar en la biblioteca por unos meses. Junté coraje. Y en este mes de marzo lo retomé. Volví a leer esas mismas páginas pero sabiendo lo que venía, mordiéndome los labios…
            No quiero para nada desalentarlos a la lectura. Al contrario. Es tan necesaria esa catarsis frente a dolores tan profundos que hemos vivido o hemos mamado, como en mi caso. Y es necesaria para poder comprender muchas cosas.
             La maestría de Paula Bombara radica en que leyendo esta novela podemos ponernos enteramente en la piel de la protagonista: una niña que un día no ve más a su papá. No entiende muy bien qué pasó con él. Se da cuenta que los adultos fingen y ocultan algo. Es una niña que a lo largo de la novela va creciendo y va descubriendo su historia poco a poco.
            La novela está dividida en tres partes: “La niña”, “La historia” y “La decisión”. La primera narra la infancia de la protagonista, ese momento en el que ocurre la desaparición de su papá. La segunda parte cuenta cómo se va enterando esa niña (que ya creció un poco) de todo lo que ocurrió. La última parte, finalmente, muestra cómo esa protagonista (que ya no es tan niña) decide tomar las riendas de su identidad y contar su verdad.
            Cada parte de este libro está escrita de diferente manera: “La niña” es puro fluir de conciencia de la niña. A lo largo de las páginas notamos cómo ella va creciendo: sus percepciones del mundo y de lo que sucede a su alrededor se van modificando. “La historia” entrelaza diálogos con la madre y monólogos interiores de la protagonista. “La decisión” es un nuevo fluir de conciencia de esta niña-no-tan-niña con breves diálogos intercalados.
            Ese recurso de “exponer” de forma tan directa lo que pasa por la mente de la protagonista es lo que nos moviliza tanto como lectores. El sentimiento de no ser querida, de haber sido abandonada por no ser merecedora del amor de su padre…todo eso que piensa la niña y que nos pone a nosotros en ese lugar desolado. Nos cuestiona: ¿qué hubiésemos pensado si de un día para otro papá no volvía a casa? ¿qué hubiésemos creído si nadie nos decía algo concreto sobre lo que había ocurrido con él? ¿cómo creer que murió? ¿cómo entender lo que ocurrió?
            Toda la novela nos lleva a acompañar a la niña a transitar el largo camino del duelo ante la pérdida de su papá. Un duelo que dura años, porque la verdad se revela a cuentagotas, a medida que la protagonista se rebela y exige saber qué pasó. A medida, también, que la mamá puede abrirse y contar la historia. Y allí, al compartir el duelo madre e hija pueden empezar a sanar sus heridas.
            El relato de Paula Bombara nos emociona, nos conmueve, nos enoja y también nos libera del silencio impuesto. A los que no vivimos la dictadura, nos pone en la piel de quien la padeció de la peor forma: perdiendo, sin entender, a uno de sus seres más amados. Y también nos pone en la piel de quien la padeció desde otros lugares: sabiendo del terror y debiendo callar, sufriendo en silencio no poder revelar su verdad.
            Una novela necesaria para comprender y no olvidar lo que nos ocurrió hace, tan solo, cuarenta años.

            “Un agujero de 30.000 personas que podrían haber hecho tantas cosas…
            No están ni para preguntarles la hora.
            Pero bueno, no podemos cambiar el pasado. Lo que sí podemos hacer es recordar que nos faltan injustamente.
            Yo jamás podré olvidarlos. Lo tengo a mi papá, que me recuerda siempre a los otros 29.999.”[1]



[1] Bombara, P., El mar y la serpiente, Grupo Editorial Norma, 2005.

sábado, 26 de marzo de 2016

Dictadura y literatura infantil (I): "Un elefante ocupa mucho espacio"

          El 24 de marzo de 1976 comenzaba en Argentina la dictadura cívico-militar más terrible de su historia. La literatura infantil no fue un lugar de excepción, ella también padeció la condena, la persecución y la censura. Este artículo y los siguientes que publicaré tocarán el tema de la relación dictadura-literatura infantil. El de hoy hablará de uno de los libros que fue prohibido durante esos años; los próximos serán sobre la literatura que se escribió después para ponerle voz a lo que ocurrió (y a sus protagonistas).

            “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann fue prohibido en su totalidad (los quince cuentos que incluye el volumen) en octubre de 1977, mediante el decreto 3155 de la Junta Militar. Entre las razones esgrimidas se encontraban las siguientes: que “se trata de cuentos destinados al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo” y que “de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone”[1].
            Quien sea que se tome el trabajo de leer uno a uno los quince relatos que conforman el libro podrá percibir la ternura, la sensibilidad, los valores que irradian. Elsa Bornemann nos toma de la mano y nos lleva a pasear por caminos repletos de amistad, libertad, solidaridad, amor profundo y, sobre todo, mucha fantasía. Quizás esa sea la verdadera razón de menudo agravio por parte de la Junta Militar.
¿Es buena o mala la fantasía? Según Graciela Montes[2], luego de haber sido desprestigiada en años anteriores, la fantasía volvió, a lo largo del siglo XX, a tener mayor libertad y su valor en la literatura infantil pasó a ser mayor. Gracias a Piaget, que postuló que el juego simbólico (el “jugar a ser” y el “jugar a hacer”) es central para el desarrollo de la inteligencia y para adaptarse creativamente a la realidad. La fantasía no resultaba “tan evasora de lo real como parecía”[3]; al contrario, “se nutría de lo real y revertía sobre lo real”[4].
El niño, a través de ese juego donde la fantasía lo ayuda a postular simbólicamente distintas situaciones, puede enfrentar miedos y conflictos, anticipar situaciones y compensar carencias o ausencias.
Las historias que Bornemann nos cuenta en “Un elefante ocupa mucho espacio” son grandes metáforas que, mediante la fantasía, nos llevan a la reflexión. Cualquier obra humana que estimulara el pensamiento era rechazada y censurada en esos años oscuros.

El libro fue premiado internacionalmente en octubre de 1976: se lo incluyó en el Cuadro de Honor del Premio Internacional “Hans Christian Andersen” otorgado por IBBY[5].
El primer relato del volumen es el más conocido: los animales de un circo se niegan a trabajar e inician una huelga exigiendo volver a su tierra natal. El elefante Víctor es quien tiene esa idea “tan enorme como su cuerpo”. La historia no presenta únicamente una reivindicación gremial justa (los animales eran los que trabajaban sin cobrar y además enjaulados e infelices) sino que incluso el planteo postula una reivindicación ecológica: los animales exigen volver al lugar del que nunca deberían haber sido sacados.
Caso Gaspar” plantea otra historia “subversiva”: Gaspar es un vendedor ambulante que un día decide cambiar su rutina y comenzar a caminar con las manos durante sus recorridos eternos por las calles de la ciudad. La policía lo detiene y lo interroga durante días. Mientras tanto, los ladrones asaltan bancos con total tranquilidad: toda la fuerza pública está ocupada con el “caso Gaspar”. Finalmente, a Gaspar se le ocurre hacer una sencilla pregunta que le otorga nuevamente la libertad: “¿Está prohibido caminar sobre las manos?”. Como no existe ley que prohíba esa forma de desplazarse, la policía se ve obligada a liberarlo y dejarlo circular tranquilo.
El cuento “Pablo” nos habla de las palabras, de su valor…y de la magia que conlleva el trabajo del poeta que esculpe pieza por pieza sus escritos. Es una historia muy breve en cuanto a acciones pero inagotable en su valor estético.
El último relato que quisiera mencionar es “Cuento con caricia”. En él, un grupo de animales, uno a uno y en cadena, descubren lo que es una caricia. Magistral relato, bellísimo y repleto de ternura. La cuestión de las diferencias y la comunión del hombre con la naturaleza son temas que también se tocan en este hermoso cuento.

La dictadura cívico-militar intentó silenciar este volumen cargado de valiosas palabras, pero afortunadamente logró el efecto contrario: convertirlo en un estandarte de la literatura infantil argentina a nivel internacional, reconocido y elogiado hasta el día de hoy, leído por generaciones y generaciones de argentinos que se niegan a olvidar.
Elsa Bornemann es una de mis escritoras favoritas. Su literatura siempre nos deja pensando. Y la maestría con la que moldea la lengua hace que sus obras sean de una belleza literaria extraordinaria.
¡No dejen de leer “Un elefante ocupa mucho espacio” y compartirlo!



[1] Ambas son citas textuales del mencionado decreto, extraídas de la edición actual del libro (2014) de Alfaguara Infantil (pág.102).
[2] Montes, G., “Realidad y fantasía o cómo se construye el corral de la infancia” (1984) en El corral de la infancia, FCE, México, 2001.
[3] Op. Cit., pág. 25.
[4] Op. Cit., pág. 25.
[5] IBBY: International Board of Books for Young People. El premio “Andersen” es el equivalente al Nobel de Literatura, otorgado a la Literatura Infantil.

domingo, 28 de febrero de 2016

Jugar con la escritura

           Hasta ahora, en todos los artículos en los que hablé de la literatura, lo hice desde el punto de vista de la lectura. Hoy quisiera, por eso, dedicarle un rato a la escritura.
            Cuando proponemos una actividad de escritura a nuestros alumnos (sean jóvenes o adultos), a veces ocurre que ellos se niegan o se ponen muy nerviosos por tener que escribir. Esto es totalmente comprensible ya que la escritura es una actividad en la que ponemos el alma en el papel y es normal sentir vergüenza o sentirnos muy expuestos al tener que dejar que otros lean lo que nosotros volcamos en un texto.
            Sin embargo, la escritura también nos libera. En muchas ocasiones puede ser un cable a tierra, para descargar emociones o sentimientos que nos pesan retenidos en nuestro interior. Y además, la escritura puede ser un juego, si aplicamos las estrategias adecuadas.
            Quisiera proponer aquí una serie de juegos y desafíos con el lenguaje y con la escritura. Casi todos, por su baja dificultad, son aptos para todas las edades. Incluso son muy interesantes para jugarlos entre adultos, para conocernos o divertirnos en grupo.
Tengan en cuenta que esta es solo una pequeña selección de todas las propuestas creativas que existen, que son infinitas. Todas las que enumero, las he probado con los grupos de chicos con los que trabajo y también, algunas, las he jugado en grupos de adultos. Aquí van:

1. NUESTRO NOMBRE: este es un juego que sirve para presentarnos, el primer día de clases o la primera reunión de un grupo de escritura. Lo que cada uno hace, en la hoja, es escribir su nombre en forma vertical. Luego, pensamos una frase que comience con cada una de las letras y que cuente algo de uno. Por ejemplo:
V: vivo en Rosario
I: inventar recetas es un pasatiempo para mí
O: oigo todo tipo de música
L: leer es lo que más me gusta hacer
E: enseño en escuelas secundarias
T: tengo una perra llamada Huayra
A: a veces escribo cuentos
Cuando todos han terminado, leemos en voz alta cada presentación.

2. TODAS LAS PALABRAS COMIENZAN CON…: la propuesta de este juego es escribir un texto en el que todas las palabras comiencen con la misma letra. Puede ser una letra de la que estuvimos estudiando las reglas ortográficas (si es un ejercicio escolar) o una letra elegida al azar si jugamos por jugar. No sólo sirve para ejercitar nuestra escritura, además ayuda a ampliar el vocabulario (podemos tener un diccionario para consulta a mano).Otra opción es que las palabras del texto comiencen por las vocales, en el orden tradicional (a, e, i, o, u), por ejemplo: “Agustina Escribe Índices Onomásticos Últimamente. Al Estar Inspirada Ocurre…”. Los resultados de este juego suelen ser disparatados, muy divertidos.

3. IMÁGENES QUE CUENTAN: para este juego necesitamos, además de papel y lápiz o lapicera, algunas fotos o dibujos recortados de revistas y diarios (por lo menos tres o cuatro). La idea es que escribamos historias a partir de esas imágenes. Puede ser que cada uno trabaje individualmente, que formemos parejas o que hagamos una única historia entre todos. Si trabajamos de forma individual o en parejas, una vez que todos terminaron se leen las historias en voz alta y se puede elegir la más creativa, o la más graciosa, o la más tenebrosa…o lo que se les ocurra. Si elaboramos una única historia entre todos, lo mejor es que haya un coordinador que tome nota de las ideas que surgen y elabore un borrador que luego pulirán grupalmente.

4. BINOMIO FANTÁSTICO: esta propuesta creativa se encuentra explicada en detalle en el libro de Gianni Rodari que cito al final del artículo. La idea es que a partir de dos palabras que nada tienen que ver, pueda surgir una historia. Dos participantes del grupo toman un papel y cada uno escribe una palabra sin ver la palabra del otro. Luego, se muestran al grupo. Cada participante debe unirlas en un relato, de la manera que quiera. Rodari da el ejemplo de “perro” y “armario”; sugiere que lo ideal es intentar relacionarlas a través de una preposición: de allí puede surgir “el perro con el armario”, “el armario de un perro”, “el perro en el armario” o cualquier otra combinación que se les ocurra.

Hasta aquí cuatro propuestas de juego. A partir de ellas, ustedes mismos pueden adaptar la actividad al grupo en el que trabajen (o a la reunión en la que quieren jugarlo) o pueden idear otras propuestas.
En general, a la hora de producir lo mejor es proponer un tiempo limitado de trabajo (diez minutos, veinte minutos o media hora, lo que consideren) e intentar que todos cumplan con lo estipulado. La escritura surge de forma más fluida o creativa si trabajamos contrarreloj.

Espero que puedan probarlos en la escuela, en algún cumpleaños, reunión familiar…o simplemente entre amigos. Pueden contarme en los comentarios sus experiencias. ¡A jugar con las palabras!

BONUS:
Les dejo las referencias de dos libros que pueden consultar si les interesa profundizar en el tema. Ambos contienen teoría y muchas propuestas creativas para escribir o inventar historias:
Gramática de la fantasía de Gianni Rodari: un clásico con muuuuuchas ideas para experimentar el sentido liberador que puede tener la palabra.
La palabra mágica. Taller de literatura de Ricardo Mariño y Silvia Schujer: dos escritores argentinos que, a lo largo de doce capítulos  ordenados temáticamente, nos proporcionan material de lectura e ideas para estimular la creatividad y la escritura.

martes, 23 de febrero de 2016

Reseña: "La mujer en cuestión" de María Teresa Andruetto

        El libro que reseñaré en esta ocasión no es de literatura infantil. Apareció en mi biblioteca hace unos meses, pero recién tuve tiempo de leerlo durante los primeros días de febrero.
            Sobre la autora, María Teresa Andruetto, aquí les dejo el link de su página, donde pueden conocer acerca de su vida y su obra. Mi experiencia particular con ella fue muy amena en la infancia. Luego estuvo ausente de mi vida hasta hace un par de años cuando la redescubrí desde sus textos ensayísticos. El año pasado en particular fue el año de redescubrir su literatura y debo decir que se ganó un lugar en mi lista de favoritas.
            Como característica destacada de su escritura puedo mencionar que tiene un tono algo melancólico y bastante introspectivo. En este libro en particular, pareciera que las escenas se desarrollan en color sepia, incluso las del presente.
            Es interesante destacar que esta novela, según algunos críticos, forma parte de una nueva narrativa que inscribió los sucesos de la última dictadura militar en la literatura argentina de una manera bastante particular. En especial, la prosa escrita por Andruetto (al ser la transcripción de un informe) tiene un carácter en extremo neutral. No se busca el goce estético, quizás porque resulta "inmoral" embellecer hechos tan terribles
            La mujer en cuestión es una novela extraña, construida a partir de una forma textual muy peculiar. Impacta desde la primera línea:

            “Mide un metro con setenta y cinco, una altura superior a la media de las mujeres argentinas de su tiempo. Pesa actualmente ochenta kilos, unos cinco por encima de su peso ideal. Tiene los ojos verdes, no del que habitualmente se prefiere para los ojos, sino de un verde, a juzgar por testimonios y fotografías, algo oscuro, que se podría denominar, con alguna dispensa, color mate cocido. No obstante, aun cuando no se trate del verde más deseado para unos ojos, parecen ser los suyos realmente notables…[1]

El narrador se presenta como un informante, suponemos un detective privado, al que le han pagado para que reconstruya los sucesos de la vida pasada y presente de Eva Mondino, “la mujer en cuestión”. El texto que leemos, justamente, es ese informe presentado a su cliente por parte del investigador. La identidad del cliente no es revelada en ningún momento del libro.
            Los colaboradores de la investigación son tanto amigos y familiares de Eva, como ella misma, que brinda información porque necesita el dinero para sus gastos diarios. Al parecer después de “lo que le sucedió” vive de trabajos informales que le permiten a duras penas llegar a fin de mes. Eso, sin embargo, no la preocupa demasiado.
            A medida que avanzamos en la lectura van apareciendo diferentes hipótesis acerca de los sucesos de la vida de “la mujer en cuestión”, que el informante va elaborando a partir de los testimonios que recoge. Pese a que sugiere constantemente que su labor es objetiva, en diferentes ocasiones el redactor muestra sus opiniones o hipótesis acerca de lo que ocurrió. Además, debemos intuir que los testimonios que se han volcado en el informe son elegidos especialmente para moldear la “idea de Eva” que el mismo investigador se ha hecho a partir de las entrevistas.
            No es una novela que presente hechos cronológicamente. Tampoco es una novela que muestre acciones ejecutadas directamente por los personajes. El relato consiste en una yuxtaposición de voces que el narrador/informante va enlazando según le parece conveniente: es un rompecabezas de la figura de Eva que se conforma con las “piezas” de los testimonios, según lo que ese informante cree que es más verosímil o más cercano a lo que verdaderamente ocurrió.
            En cuanto a las voces que oímos opinando acerca de la vida de Eva, representan de forma bastante precisa las diferentes posturas que suelen aflorar en la sociedad cuando algo “polémico” (por llamar de alguna manera al hecho de ser privados de forma ilegítima de nuestra libertad y/o vejados en nuestra condición humana) ocurre: asoman en esas voces los sobreentendidos, los chismes, los prejuicios, los preconceptos y, afortunadamente, la fidelidad de las personas realmente cercanas que intentan explicar (con mayor o menor éxito) lo que saben que ocurrió realmente.
            Los lectores podemos aferrarnos, para seguir el itinerario, de algunas certezas: Eva nació en el año 1952 y estuvo secuestrada en Campo de La Ribera durante parte de la última dictadura militar en Argentina (específicamente entre 1976 y 1977); al parecer cursó un embarazo durante el año 1976 y dio a luz mientras estuvo detenida. Lo que ocurrió con su hijo, los motivos por los que fue detenida, qué ocurrió con su vida después de salir de prisión...son todos sucesos acerca de los cuales se nos brindan pistas, posibles desenlaces, pero ninguna certeza.
            Otro gran interrogante que plantea este libro tiene que ver con algo que Eva hizo y que tiene la peculiaridad de ser lo único de lo que se arrepiente en la vida. ¿Qué es eso tan terrible o tan vergonzoso? Podemos hipotetizar, pero no tenemos certezas.
            Y allí reside, en mi opinión, la maravilla de este libro. No nos deja conformes, “llenos” con un final cerrado. Ni siquiera con un final. Lo que se cuenta no está ordenado cronológicamente, debemos ser nosotros los que ordenemos las piezas del rompecabezas que el informante pone sobre la mesa. Nosotros tenemos la oportunidad de encontrar posibles respuestas a los interrogantes abiertos, a partir de reflexiones o pistas ínfimas.
La mujer en cuestión es un libro que no termina cuando llegamos a la última página, sino que nos incita a seguir pensando, a releerlo, a discutir con otros que también lo hayan leído, a buscar por nosotros mismos las piezas que faltan en el rompecabezas.



[1] Andruetto, M.T., La mujer en cuestión, Buenos Aires, Debolsillo, 2009.

jueves, 18 de febrero de 2016

T.E.G.: Táctica y estrategia de la gramática

Hoy quisiera desarrollar algunas ideas acerca de la gramática. Con este término me refiero al estudio y descripción de los elementos que conforman una lengua y cómo es que se relacionan entre sí. En particular me referiré a la enseñanza de la gramática en las escuelas.
Muchas veces los alumnos reniegan de estudiar esta disciplina, argumentando que de nada les servirá: “porque voy a estudiar Ingeniería”, “porque voy a ser arquitecto”, “porque no voy a ser profe de Lengua”, “porque no tengo ganas ahora”. Para cada uno de esos argumentos puedo presentar un contraargumento que explique por qué es importante, para cualquier ámbito en el que nos desenvolvamos y cualquier situación que nos toque vivir, tener conocimientos gramaticales y poder aplicarlos. Esbozaré aquí algunas reflexiones al respecto.
¿Cuál es el origen de este categórico rechazo? Quizás el problema proviene de ciertas prácticas escolares que, influenciadas por el estructuralismo, han hecho estudiar a los jóvenes la lengua como sistema y como taxonomías, sin tener en cuenta el discurso en situaciones cotidianas, “como si el bagaje lingüístico que el alumno trae de fuera de la escuela o de fuera de ‘las clases de lengua’ no debiera ser tomado en cuenta en absoluto, como si perteneciera a otro dominio, del cual la escolarización no quiere hacerse cargo[1].
Afortunadamente, hace algunos años (a partir de la popularidad de teorías basadas en el enfoque comunicacional) se intenta cambiar ese paradigma y que la escuela incluya en la enseñanza de la lengua el bagaje que trae el alumno y pueda aprovecharlo para hacerlo a él partícipe e instituirlo como sujeto productor de textos. Esto resulta un avance positivo para que los jóvenes se sientan parte de esa lengua de la que la escuela los ha dejado muchas veces afuera y sobre la que les ha impuesto un modo de expresarse como el único válido.
No debemos olvidar que la gramática es fundamental porque constituye una estrategia más de comprensión de los textos, una herramienta a partir de la cual podemos pensar por qué se construyó una frase de tal forma (y no de otra), qué se busca destacar, cómo puede cambiar el significado de una oración a partir de un orden u otro de los elementos que la conforman. Conocer esas estrategias (que todos usamos inconscientemente) de manera consciente nos permite apropiarnos del lenguaje de otra manera y pensar las producciones propias desde otro lugar.
Me estoy refiriendo a adquirir habilidades metalingüísticas, o sea, habilidades que nos ayuden al control del lenguaje, y de esa manera comprender con mayor facilidad y producir adecuadamente diferentes textos.
Es por esto que creo que no se debe  saltar al otro extremo (como algunos proponen) y dejar de lado completamente la gramática en la escuela, sino buscar esas otras formas de enseñarla, más relacionadas con lo cotidiano y con todos los géneros discursivos. Los contenidos de lengua y gramática deben articularse en estrecha relación con cada género que se trate en clase, ya que el objetivo de su enseñanza es aportar elementos al análisis y a la producción del alumno, partiendo siempre de los conocimientos con los que cuenta previamente (tanto escolares como intuitivos) y buscando instituirlo como sujeto productor de textos de su propia lengua.
Quizás puede ayudar a pensar esta problemática la perspectiva que plantea Marta Marín en uno de sus escritos[2]
La alfabetización es un desarrollo que dura toda la vida del individuo. Esta alfabetización en sentido amplio, o conocimiento letrado, avanza en sus saberes y desempeños a medida que se va encontrando con hechos de la lectoescritura más complejos. Esto implica que la lectoescritura no es lo que se aprende en los primeros grados sino una actividad comunicativa continua del individuo en la sociedad, un desempeño de sus competencias comunicativas por medio de la palabra, y ese desempeño está siempre en vías de ser mejorado y ampliado”. 
El conocimiento gramatical contribuye en este proceso continuo de aprendizaje.

La escuela ha dejado muchas veces a los jóvenes afuera de las prácticas de lengua y les ha impuesto un modo de expresarse como el único válido. Sin perder de vista la necesidad de que cuenten con herramientas de la lengua estándar que le permitan, entre otras cosas, insertarse laboralmente, nuestro objetivo tiene que ser también promover el respeto por las distintas variedades y el conocimiento de los variados registros.
Este cambio de perspectivas que se intenta hoy en cuanto a la gramática ¿nos dejará más satisfechos respecto de lo que logramos transmitir o no? ¿Podremos desplazar de las clases de lengua las metodologías que consideramos obsoletas o cerradas y autoritarias? ¿Lograremos explotar nuestros saberes de forma que sirvan para incluir y hacer sentir parte de la lengua a los adolescentes? ¿Seremos capaces de hacerlos sentir sujetos productores de textos y de discurso?



[1] Marín, M., Lingüística y enseñanza de la Lengua, Ed. Aique, Bs. As., 2000.
[2] Op.Cit.

martes, 16 de febrero de 2016

Los cuentos tradicionales

             Cuando hablamos de cuentos tradicionales, nos referimos fundamentalmente a tres colecciones de relatos que forman parte de la cultura occidental: Perrault, Grimm y Andersen. Cada una de ellas tiene contextos, orígenes y características diferentes.
            Charles Perrault vivió en Francia. Publicó su colección de cuentos (conocida como “Cuentos de Mamá Oca” por la ilustración que tenía en su tapa) a fines del siglo XVII. El objetivo de sus relatos era entretener a los cortesanos que participaban de reuniones en palacio. El público al que estaban dirigidos no eran los niños, entonces, sino los adultos.
            Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, por su parte, eran prusianos. Sus “Cuentos de la infancia y del hogar” fueron publicados a principios del siglo XIX. El objetivo con el que son recopilados estos relatos está sumamente ligado a un acontecimiento histórico: Prusia había sido invadida por las tropas napoleónicas y los dos jóvenes Grimm, buscando salvaguardar la identidad de su pueblo, se lanzan a recoger cuentos de la tradición oral de los pueblos y darles forma literaria.
            En cuanto a la obra de Hans Christian Andersen, escritor oriundo de Dinamarca, sus cuentos fueron publicados entre mediados y fines del siglo XIX. Él no recopiló historias de tradición oral, sino que estudió y descubrió cómo funcionaba el mecanismo de este tipo de cuentos y así creó sus propios relatos. Es el único autor, entre los nombrados, que escribe su obra pensando como destinatarios a los niños. Se convierte así en el primer autor de literatura infantil (vale recordar aquí que el premio equivalente al Nobel de Literatura, pero otorgado a obras destinadas a niños y jóvenes,  lleva su nombre).
            Como característica común a estas colecciones, podemos destacar que las tres fueron escritas en momentos de búsqueda de identidad de las naciones. Por eso, de algunos cuentos existen dos versiones y, aunque diferentes, ambas se consideran originales. Como ejemplo de esto, podemos mencionar a “La bella durmiente”, historia presente tanto en Perrault como en los hermanos Grimm.
            También existen diferencias entre las tres colecciones. Muchos cuentos de los hermanos Grimm son terriblemente sangrientos, mientras que lo que caracteriza a Perrault son historias crueles y moralejas burlonas al final de cada una. Por su parte, los relatos de Andersen son bastante tristes, tienen una fuerte carga de melancolía.
Actualmente, existe una gran cantidad de “reversiones/reescrituras” de estos cuentos tradicionales o, también llamados, “cuentos de hadas”. Las que han cobrado mayor renombre son las versiones “Disney”, o sea, versiones edulcoradas y vacías, de los diferentes relatos. Sin embargo, también hay reversiones interesantes, que ven la historia desde otra perspectiva o le dan un giro hacia la contemporaneidad o buscan enmarcarla en el contexto socio-cultural de cada región.
            Ahora bien, la pregunta es: ¿debemos dar a conocer a los niños las versiones originales de estos cuentos tradicionales o debemos brindarles versiones “aggiornadas” que no contengan ya la dosis de violencia que contienen los primeros?
            Existen muchas respuestas que se han ensayado para este interrogante. En particular, quisiera explicar aquí por qué debemos leerles, contarles o darles a conocer a los chicos las versiones originales de estos cuentos. Para eso me basaré en algunas ideas que Bruno Bettelheim desarrolla en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
            En primer lugar, es necesario explicar que los niños no entienden literalmente lo que ocurre en estos relatos: ellos tienen mayor capacidad simbólica para comprender los cuentos. En otras palabras, esa violencia explícita que vemos los adultos, los niños la ven como violencia simbólica, la interpretan y la asimilan para encontrar respuestas a los sufrimientos o dramas propios de su vida.
            Otra cuestión a tener en cuenta es que los finales originales (muchas veces censurados) tienen una mayor intensidad y un mayor simbolismo para el niño. Los chicos necesitan de estas historias que les ayudan a reflexionar y les otorgan esperanza.
            Pensemos en un ejemplo. El niño, en algún momento, tendrá que separarse de sus padres. Eso es algo que los chicos deben saber y los cuentos tradicionales se lo muestran (véase como ejemplo “Pulgarcito” o “Blancanieves”, donde los protagonistas son huérfanos de madre y sufren a causa de esa pérdida). Pero también les muestran que a esa separación, en principio traumática, se puede sobrevivir apoyándonos en nuestras habilidades y capacidades.
            Para entender la importancia que tienen los cuentos tradicionales para el niño, debemos corrernos de esa visión acartonada y simplificada que cree que la infancia es una época idílica llena de alegrías y felicidad, donde ningún problema ni preocupación se hace presente. Por el contrario, debemos entender que los niños sufren, se preocupan y tienen dificultades en su transcurrir cotidiano. Debemos dar crédito a la seriedad de los conflictos de los chicos y estimular, simultáneamente, su confianza en sí mismos.
            El mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños es, justamente, “que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso[1].
            En fin, es preciso decir que para los chicos es necesaria tanto la tradición como la reversión contemporánea o, en general, la literatura actual: la tradición para que conozcan nuevas dimensiones y estructuren su imaginación, canalizando diversos aspectos de su vida; las versiones modernas para no quedar fuera del mundo que lo rodea. En otras palabras, el niño necesita el pasado para apoyarse y lo actual para poder ingresar a su realidad contemporánea.
            Los cuentos tradicionales le enseñan al niño (y nos enseñan a todos) que las cosas de nuestra vida pueden ir bien si peleamos por ellas. El mundo no es maravilloso ni perfecto: es un mundo problemático que nos invita a accionar para encontrar alternativas y acercarnos a lo que deseamos para nuestra vida.
           




[1] Bettelheim, B., Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bs.As., Crítica, 2015.