sábado, 21 de mayo de 2016

"Martín Fierro": de marginado social a emblema nacional

Siempre estudiar literatura argentina es apasionante: los vericuetos y las peripecias de la historia, las dicotomías que atravesaron la conformación de nuestra nación (y que aún hoy la atraviesan), las relaciones que podemos establecer con nuestro presente y las herramientas que nos brinda para reflexionar sobre nuestra identidad (de la que ella forma parte).
Hoy quisiera referirme en particular al “libro nacional”: Martín Fierro.
El Martín Fierro en su totalidad (La Ida + La Vuelta) constituye la culminación del género gauchesco. Hay un claro cambio de conceptos en La Vuelta respecto de la vehemente protesta de La Ida.
Martín Fierro (La Ida) es el poema de denuncia social a favor del gaucho. Hernández plantea dos órdenes jurídicos contrapuestos que generan la cadena de desdichas sufridas por el personaje. Se exponen allí las contradicciones entre la ley oral de la campaña y la ley escrita de las ciudades. La ley de levas y vagos no se aplica en la ciudad; la igualdad ante la ley, que había sido un principio revolucionario, se tergiversa. Hernández tematiza así en el poema su ideario político, que ya ha ido publicando en algunos diarios.
Apenas publicado, el poema fue ampliamente aceptado por el público de las áreas rurales, que se identificó con la historia que se contaba. Se dice que en cada pulpería había una o más copias. Durante las reuniones de gauchos, uno de ellos lo recitaba y los demás escuchaban atentos.
Pese a este gran éxito en el ámbito popular, el lector culto de la ciudad rechazó el Martín Fierro. Hernández era un letrado, pero utilizó en su obra temáticas y lenguajes que no pertenecían al ámbito culto. Eso y el fuerte contenido social que incluyó en el poema, fueron los dos motivos principales por los que la crítica literaria del momento no se hizo eco de la obra.
No podemos obviar, por otra parte, el contexto histórico-político en el que el poema es publicado. Domingo Faustino Sarmiento era presidente en ese momento y su posición respecto a “esa chusma de haraganes” era bastante clara: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos[1]. Y la mejor forma de “hacer útil” al gaucho fue mandarlo a los fortines a una muerte casi segura, a pelear sin armas y trabajar sin sueldo. Con esto se enfrenta Hernández en La Ida: con la idea de que el habitante de estas tierras era inservible, violento e inculto. El gaucho, nos muestra el autor, es víctima de una justicia corrupta que le quita sus bienes, lo explota, lo maltrata y lo violenta:

Él anda siempre juyendo,
Siempre pobre y perseguido,
No tiene cueva ni nido
Como si juera maldito:
Porque el ser gaucho… ¡barajo!,
El ser gaucho es un delito.
(…)
Él nada gana en la paz
Y es el primero en la guerra;
No le perdonan si yerra,
Que no saben perdonar,
Porque el gaucho en esta tierra
Sólo sirve pa votar.

Para él son los calabozos,
Para él las duras prisiones,
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre;
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.

La Vuelta presenta un gaucho totalmente distinto, que busca amigarse con la ley, cumplir las normas y educar a sus hijos para que vivan dentro del orden social. Esto se ve claramente en los consejos del Viejo Vizcacha y en la serie de principios que recita Fierro a sus hijos, al final del poema.  
            ¿Qué pasó con el autor en esos años? ¿Por qué cambió tanto su postura? Hernández, al igual que va a hacer su personaje, ha pactado: se ha sumado al “orden” nacional, forma parte ahora de ese orden. Busca, entonces, “despertar la inteligencia y el amor a la lectura”[2] en la población rural con su libro y transmitirles a los gauchos la nueva ley escrita para que ellos también comiencen a formar parte de la nación.
            Pese a este notorio cambio en las ideas del autor, que ya no confrontará con el poder, el rescate del Martín Fierro por parte de los intelectuales y estudiosos de la literatura se produjo recién entre 1910-1916, frente a la necesidad de definir una identidad nacional, que se sentía vulnerada por la presencia de nuevos grupos que se veían como una amenaza al orden social (inmigrantes de diversos países). Se proclama, entonces, al Martín Fierro como el poema épico fundante de la nacionalidad argentina y el gaucho se convierte en el emblema de esa nacionalidad.
               Vemos de esta manera, cómo el personaje de Hernández pasa de gaucho malo a gaucho bueno y conciliador, de marginado social (frente al inmigrante "culto" que se anhelaba) a emblema nacional (frente a ese inmigrante "real" que ya no le gustaba tanto a las clases dirigentes).
           Pese a tantas "idas y vueltas", no podemos negar que este libro vive en el imaginario colectivo de nuestro país. Aunque no lo hayamos leído, conocemos algunas de sus estrofas, algunos de los refranes y enseñanzas que Fierro le transmite a sus hijos en La Vuelta: nos las han transmitido las generaciones anteriores y nosotros se las transmitiremos a las próximas generaciones. Además, las peripecias de La Ida no pierden vigencia, aunque el contexto cambie.
                Martín Fierro es, un poco, cada uno de nosotros.


[1] Carta de Sarmiento a Bartolomé Mitre.
[2] Hernández, J., “Cuatro palabras de conversación con los lectores” en La Vuelta de Martín Fierro.