El 24 de marzo de 1976
comenzaba en Argentina la dictadura cívico-militar más terrible de su historia.
La literatura infantil no fue un lugar de excepción, ella también padeció la
condena, la persecución y la censura. Este artículo y los siguientes que
publicaré tocarán el tema de la relación dictadura-literatura infantil. El de
hoy hablará de uno de los libros que fue prohibido durante esos años; los
próximos serán sobre la literatura que se escribió después para ponerle voz a
lo que ocurrió (y a sus protagonistas).
“Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann fue
prohibido en su totalidad (los quince cuentos que incluye el volumen) en
octubre de 1977, mediante el decreto 3155 de la Junta Militar. Entre las
razones esgrimidas se encontraban las siguientes: que “se trata de cuentos
destinados al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta
preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo” y
que “de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al
ser humano y a la sociedad que éste compone”[1].
Quien sea que se tome el trabajo de leer uno a uno los
quince relatos que conforman el libro podrá percibir la ternura, la sensibilidad,
los valores que irradian. Elsa Bornemann nos toma de la mano y nos lleva a
pasear por caminos repletos de amistad, libertad, solidaridad, amor profundo y,
sobre todo, mucha fantasía. Quizás esa sea la verdadera razón de menudo agravio
por parte de la Junta Militar.
¿Es
buena o mala la fantasía? Según Graciela Montes[2], luego de haber sido
desprestigiada en años anteriores, la fantasía volvió, a lo largo del siglo XX,
a tener mayor libertad y su valor en la literatura infantil pasó a ser mayor.
Gracias a Piaget, que postuló que el juego simbólico (el “jugar a ser” y el
“jugar a hacer”) es central para el desarrollo de la inteligencia y para
adaptarse creativamente a la realidad. La fantasía no resultaba “tan evasora de
lo real como parecía”[3]; al contrario, “se nutría
de lo real y revertía sobre lo real”[4].
El
niño, a través de ese juego donde la fantasía lo ayuda a postular
simbólicamente distintas situaciones, puede enfrentar miedos y conflictos,
anticipar situaciones y compensar carencias o ausencias.
Las historias
que Bornemann nos cuenta en “Un elefante ocupa mucho espacio” son grandes
metáforas que, mediante la fantasía, nos llevan a la reflexión. Cualquier obra
humana que estimulara el pensamiento era rechazada y censurada en esos años
oscuros.
El libro
fue premiado internacionalmente en octubre de 1976: se lo incluyó en el Cuadro de
Honor del Premio Internacional “Hans Christian Andersen” otorgado por IBBY[5].
El primer
relato del volumen es el más conocido: los animales de un circo se niegan a
trabajar e inician una huelga exigiendo volver a su tierra natal. El elefante
Víctor es quien tiene esa idea “tan enorme como su cuerpo”. La historia no presenta
únicamente una reivindicación gremial justa (los animales eran los que
trabajaban sin cobrar y además enjaulados e infelices) sino que incluso el
planteo postula una reivindicación ecológica: los animales exigen volver al
lugar del que nunca deberían haber sido sacados.
“Caso
Gaspar” plantea otra historia “subversiva”: Gaspar es un vendedor ambulante que
un día decide cambiar su rutina y comenzar a caminar con las manos durante sus
recorridos eternos por las calles de la ciudad. La policía lo detiene y lo
interroga durante días. Mientras tanto, los ladrones asaltan bancos con total
tranquilidad: toda la fuerza pública está ocupada con el “caso Gaspar”. Finalmente,
a Gaspar se le ocurre hacer una sencilla pregunta que le otorga nuevamente la libertad:
“¿Está prohibido caminar sobre las manos?”. Como no existe ley que prohíba esa
forma de desplazarse, la policía se ve obligada a liberarlo y dejarlo circular
tranquilo.
El
cuento “Pablo” nos habla de las palabras, de su valor…y de la magia que
conlleva el trabajo del poeta que esculpe pieza por pieza sus escritos. Es una
historia muy breve en cuanto a acciones pero inagotable en su valor estético.
El
último relato que quisiera mencionar es “Cuento con caricia”. En él, un grupo
de animales, uno a uno y en cadena, descubren lo que es una caricia. Magistral relato,
bellísimo y repleto de ternura. La cuestión de las diferencias y la comunión
del hombre con la naturaleza son temas que también se tocan en este hermoso
cuento.
La
dictadura cívico-militar intentó silenciar este volumen cargado de valiosas
palabras, pero afortunadamente logró el efecto contrario: convertirlo en un
estandarte de la literatura infantil argentina a nivel internacional, reconocido y
elogiado hasta el día de hoy, leído por generaciones y generaciones de
argentinos que se niegan a olvidar.
Elsa
Bornemann es una de mis escritoras favoritas. Su literatura siempre nos deja
pensando. Y la maestría con la que moldea la lengua hace que sus obras sean de
una belleza literaria extraordinaria.
¡No
dejen de leer “Un elefante ocupa mucho espacio” y compartirlo!
[1]
Ambas son citas textuales del mencionado decreto, extraídas de la edición
actual del libro (2014) de Alfaguara Infantil (pág.102).
[2] Montes,
G., “Realidad y fantasía o cómo se construye el corral de la infancia” (1984)
en El corral de la infancia, FCE,
México, 2001.
[3]
Op. Cit., pág. 25.
[4]
Op. Cit., pág. 25.
[5]
IBBY: International Board of Books for Young People. El premio “Andersen” es el
equivalente al Nobel de Literatura, otorgado a la Literatura Infantil.